Parque Natural de Armañón

El pueblo de Ranero a los pies del Picón del Carlista.

Ubicación del parque en el País Vasco.
El Parque Natural de Armañón es el noveno parque natural que existe en el País Vasco, declarado como tal en 2006, situado dentro de la provincia de Vizcaya en la comarca de las Encartaciones. Sus 3519 ha se reparten entre los municipios de Carranza y Trucíos. El área detallada que se aprecia en el mapa corresponde solo a las 2971 ha que cuentan con la correspondiente protección ambiental, las casi 600 ha restantes suponen un anillo periférico de protección.
Este parque natural se distingue por su extraordinaria diversidad de paisajes y ecosistemas, básicamente los más característicos que nos podemos encontrar en el Norte de España: verdes prados y pastizales, frondosos bosques de roble y encina, y escarpadas cumbres de roca caliza desnuda. Su ubicación resulta también bastante singular en lo que a la geografía se refiere, pues es un territorio vizcaíno que se encuentra rodeado en buena medida por la provincia de Cantabria, tanto al Norte del parque natural como al sudeste por el enclave de Villaverde de Trucíos, un ayuntamiento dentro de Vizcaya que son embargo pertenece administrativamente a Cantabria.
La extraordinaria vía de comunicación que el río Carranza ha abierto entre Vizcaya y Cantabria también se incluye en este paraje protegido: un profundo socavón que es el resultado de haber disuelto la caliza de los montes rocosos que separan ambas provincias durante millones de años, a través del cual discurre la línea ferroviaria Bilbao - Santander y la carretera CA-152 / C-150, que comunican las localidades de Carranza y Gibaja.
Por su extremo nororiental también destaca la vía de comunicación que ha abierto el río Agüera, un cauce menor que comunica los pueblos de Trucíos en Vizcaya, con Agüera y Guriezo en Cantabria, a través de la carretera CA-151.
Este área de silueta caprichosa guarda importantes atractivos que iremos describiendo en esta entrada.


Vista aérea de la parte occidental del parque. Al fondo se pueden divisar los montes de Hornijo y las grandes montañas del circo de Lunada, ya en la provincia de Burgos.






Montañismo: montes de Armañón, Jorrios y Picón del Carlista

El Parque Natural de Armañón cuenta dentro de su área con una serie de cimas interesantes que bien vale la pena su ascenso. Sin duda la principal de todas ellas es el propio Armañón, que da nombre al parque, y que como se ve en el mapa ocupa prácticamente el centro geográfico del área protegida. En el siguiente vídeo se pueden apreciar los paisajes y detalles que se pueden disfrutar al ascender esta montaña desde la aldea de Paules, aún fuera del parque natural. El monte Armañón, a veces llamado también Mañón, tiene una altura de 856 m, y desde su cima se pueden divisar buena parte de los Montes Vascos, especialmente la sierra de Ordunte, los montes de Gumeran, el Ganecogorta, la sierra de Hornijo y el circo glaciar de Lunada.


Además del Armañón, otro pico interesante y bastante espectacular es Jorrios, una montaña totalmente rocosa y escarpada no muy lejana al Armañón, cuya altitud es de 839 m.

Los Jorrios visto desde la ladera del Armañón.

Una zona que llama la atención es el intrincado macizo calcáreo fuertemente erosionado, que desde Los Jorrios desciende en dirección al pueblo de Agüera, formando un conjunto que supone un caos de puntas y hoyadas en el confín de Vizcaya y Cantabria, cuya extensión aproximada abarcaría unas 1000 ha. El montañero no suele transitar estos arduos pedregales, sin embargo el lugar siempre ha mantenido el interés espeleológico desde sus primeras incursiones en los años 60. La Torcas del Pico y de la Mazuela son simas que destacan por su profundidad de más de 300 m. La Cueva de la Mora, cerca de Basinagre, es sumamente destacable por requerir un descenso subacuático más que relevante: 111 metros de profundidad.

El barrio de Las Llamas y el rocoso Picón del Carlista al fondo.

Y por último hay que destacar también el Picón del Carlista, a veces llamado también Ranero por la proximidad de este pueblo a su cima, que mide 721 m. Otra montaña fronteriza entre Cantabria y Vizcaya que supone el lado Norte de la vía de comunicación que el río Carranza ha abierto entre estas dos provincias formando sendos barrancos. El nombre de "Carlista" hace referencia a una leyenda que afirma que un general carlista decidió lanzarse al vacío desde su cumbre para evitar la rendición ante los liberales en la batalla de Ramales de la Victoria (año 1839) durante la I Guerra Carlista. El Picón del Carlista es una de las tantas cimas y antecimas llamadas genéricamente peñas de Ranero, que apenas destacan de un conjunto calizo y rocoso, también bastante abrupto, cuyas ascensiones se suelen emprender desde el lado cántabro a través de la aldea de Ojébar, o bien desde la vertiente vizcaína a partir de Ranero o Pozalagua.


Cuevas subterráneas: Torca del Carlista, Pozalagua y Santa Isabel

Bajo el Picón del Carlista, la explosión de un barreno permitió el descubrimiento fortuito de la cueva de Pozalagua el 28 de diciembre de 1957. Situada a 2 Km del barrio de Ranero, se halla totalmente acondicionada para el visitante mediante una pasarela metálica. La entrada está sitúa a 500 m de altitud, tiene una longitud de 125 m, 70 de anchura y 12 de altura, y supone un recorrido laberíntico flanqueado por estalactitas y grandes coladas y columnas estalagmitas.
La cueva de Pozalagua se abre en el flanco Sur del anticlinal de Carranza, constituido por calizas urgonianas, correspondiendo su mayor parte a calizas arrecifales y paraarrecifales en el origen de las facies urgonianas. Éstas se presentan en grandes bancos de estratificación masiva con intercalaciones locales de calizas blancas y negras con estratificación paralela en niveles de orden métrico. A favor de las zonas de fractura se encuentran franjas irregulares de dolomitización generadas a partir de la circulación de fluidos hidrotermales. Este proceso de dolomitización propició un importante cavernamiento a gran escala, que se materializó en dos cuevas importantes separadas por unos pocos metros: Pozalagua y la Torca del Carlista, esta última esta considerada como la mayor sala subterránea de Europa y tercera del mundo con unas dimensiones de 500x230x125 m.
En el caso de la cueva de Pozalagua, y a pesar de estar abierta en la brecha dolomítica, todas sus formaciones secundarias son de calcita y aragonito. Todas las formas de reconstrucción que se pueden dar en el interior de una cavidad están representadas en su máximo esplendor en esta cueva: estalactitas, estalagmitas, columnas, coladas, banderas, gours... pero lo que hace única a Pozalagua es la increíble proliferación de excéntricas, hecho que tiene que ver con el hermetismo absoluto en que ha permanecido durante varios cientos de miles de años.



Estas cuevas situadas bajo las peñas de Ranero cuentan con la presencia de dos especies únicas a nivel mundial: un isópodo y un colémbolo (ambos insectos) endémicos que habitan en la cavidad y sus tamaños no excede de unos pocos milímetros. Las grutas cuentan además con importantes poblaciones de murciélagos.
En 2013 la cueva de Pozalagua fue elegida como "Mejor Rincón" en la guía Repsol.



El encinar mediterráneo de Sopeña


El encinar de Sopeña es la joya botánica del Parque Natural de Armañon. Gracias a un peculiar microclima al abrigo de la barrera rocosa de Fuentefría, se ha conservado un encinar mediterráneo con tramos adehesados y bellos árboles. Las calcáreas peñas de Sopeña sirven de muralla contra los vientos marinos, y a su socaire se desarrolla un microclima cálido, ésta es la razón que ha permitido a un encinar mediterráneo crecer en la cornisa cantábrica.
Un camino surca este majestuoso encinar subiendo entre praderas, tramos de encinar adehesado en los que despuntan magníficos ejemplares. Sobre el horizonte de la vegetación planea el roquedo intrincado en el que se explotaron los cotos mineros del Toral sobre los que se sitúa la compleja sima de Jornos que penetra bajo tierra más de 500 metros de profundidad. Bordeando la base de la muralla rocosa a cierta distancia, la pista se convierte en un sendero que atraviesa el pequeño cauce del arroyo de Maya, casi siempre seco. Caminando así entre bellos ejemplares de encinas centenarias, únicas en Vizcaya, la senda zigzagea en algunos casos bajo una cortina de vegetación a través de terreno salvaje.
El camino se aproxima mucho a las murallas de caliza que protegen el bosque y termina por salir de él cuando esta se acaba. Un pequeño sendero desciende la última ladera en los rebordes del arroyo de Maya y llega de nuevo a la pista forestal.

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